Querido cuaderno de Bitácora, octavo día del cuarto y último viaje.
Hoy he dormido menos de lo que venía haciendo. El día de hoy en cuanto a la travesía en alta mar, no es algo nuevo, es más, será una travesía corta, de menos de una hora de duración. Quizás sea una mezcla de muchos factores lo que ha hecho que haya dormido unas 5 horas y media.
Por un lado, el haber llegado, contra todo pronóstico a poder decir que hoy es el último día de quimioterapia. Que en el mejor de todos los planes posibles, uniendo todo para que no hubiera problemas, hoy sería ese día. Pues sí, quizás esos nervios no latentes, pues puedo decir que ando tranquilo, pero con esa mezcla de sentimientos cruzados hayan hecho que mi noche haya sido con un sueño más corto.
Mi Diario, para llegar al día de hoy, te puedo prometer que he dado todo lo que de mí se podía dar. He seguido «a rajatabla» las indicaciones de los médicos en cuanto a temas de pócimas, ejercicio, pautas de higiene, etc. He estado comiendo todo aquello que me han recomendado, leído, etc. para que los niveles de hemoglobina y las defensas pudieran estar mejor. Me haya gustado o no. En esta dura, muy dura expedición no cabía para mí, excusa alguna de poder decir esto no lo hago pues no me gusta. Marta, Martín y Gadea son y serán ese motor por los que me muevo y he movido. No podía fallarles. Sé que en este caminar con un cáncer, muchas cosas no están de nuestra mano, pero en lo que ha estado, así lo he hecho y haré.
Marta, hoy ha llegado ese día de recibir la última sesión. Gracias por todo este soporte durante estos meses. Nunca te lo podré agradecer lo suficiente.
Martín, hoy no lo vas a leer, pero espero que algún día sí lo leas. Nunca podré olvidar esas palabras de un ser inocente cuando te pregunté hace semanas sobre si tenías alguna duda o querías alguna aclaración más o explicación de la enfermedad que padezco. Y tú me respondiste de una forma tan bonita y sencilla lo siguiente, «Papá, no necesito más información. Sólo sé que te vas a curar». Esas palabras me hicieron y hacen ahora mismo que broten lágrimas de mis ojos.
Gadea, la peque de la familia. En el fondo sabes que Papi está enfermo y se está curando. Pues claro os lo digo de vez en cuando y os gruño o regaño más de lo debido. De mayor leerás este Diario y comprenderás mejor la expedición en la que he embarcado a tanta y tanta gente.
Otro motor para seguir remando, soplando esas velas, es y será mi familia. Sé que cuando os dijimos ese 4 de septiembre que decidíamos que el tratamiento sería en Suecia fue como ese segundo jarro de agua fría que os vertieron encima. El primero, el oír de mí, «papás tengo cáncer», y el segundo deciros, creemos que lo mejor es empezar aquí cuanto antes. Esta distancia enorme no ha hecho que no estemos juntos físicamente, pero os he sentido cerca, muy cerca, desde Valladolid, Burgos y Madrid. Habéis estado en el día a día. Me habéis apoyado y animado mucho. Yo os he animado cuando os notaba con la moral más baja. Y os decía, vamos, que esto es como me dijo mi tío Alberto, «Nacho, piénsalo así, es peor que un catarro, pero puede ser mejor que una neumonía». Por vosotros, también he luchado al máximo.
En resumen… con lágrimas en los ojos. Os digo a todos. MUCHAS GRACIAS, por estar ahí. Esta expedición no ha acabado, pues lo será en años. Pero al menos podemos decir que parece que está bien encaminada. Pero el cáncer, esta enfermedad del siglo XXI, es caprichosa y puede volver. Pero si así fuera, os prometo a todos, que el espíritu de lucha y ánimo serán iguales o superiores a los de ahora. No os fallaré ni defraudaré. Os lo prometo.
Mi Diario, tras este momento de confesión. Creo que voy a contarte lo que puede que sea hoy.
Ahora a estas 5.44 AM, mientras te escribo, lógicamente es de noche. El día no se espera con lluvias, sí un poco más fresco de lo habitual. Tras hacerle el desayuno a los grumetillos, mis cielos, llegará el turno de acompañarlos a la Escuela. Luego andaré un poco, no mucho, algo menos de 6 kilómetros para llegar a casa, estudiar lenguas extranjeras, hacerme la comida y esperar que sobre las 12.30 PM me recoja el carruaje rumbo al muelle. Allí embarcaré en el barco KS, para si Dios quiere, zarpar a alta mar por mucho tiempo. La travesía será como ya os contara antes, de las cortas. Hoy solo toca recibir dos pócimas de 15 y 30 minutos respectivamente con tiempo entre medias para la inyección de líquidos que limpien mis venas. Cuando termine, querría hablar con la tripulación y agradecerles toda la atención que han tenido conmigo durante este período. Después, turno de coger otro carruaje y que me lleve a casa. Por la tarde, pues turno de descansar y las rutinas normales.
Y mi querido Diario mañana seguro que mucho más.
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